CRONICA DE UN DESPIDO

octubre 10, 2014

María salió de trabajar en el mesón un frío sábado de madrugada. Llegó hastiada a casa, con la satisfacción de poder dormir a pierna suelta al menos un domingo al mes. La hostelería es así, solo se puede descansar los lunes y un fin de semana al mes, menos si eres la hija del jefe, que libras cuando te da la gana. Se levantó a las dos de la tarde de lo cansada que estaba. Conectó el teléfono y vió cinco llamadas perdidas del jefe:
-Dígame, Manolo.
-¿Donde estabas?
-Pues aqui en casa, en mi dia libre, ¿donde tenía que estar?
-¿COMO QUE DONDE? ¡¡PUES AQUI TRABAJANDO!!! ¿NO TE DIJO MI HIJA QUE LIBRABA HOY?
-¡Me lo dijo ayer a última hora, jefe! de palabra además..y ella no es quien para cambiarme los horarios
-¿Como te atreves? tu no eres quien aquí para decidir cuando libras y cuando no. Vente inmediatamente o estas despedida.- 
La pobre María acudió una hora más tarde con el bocado en la boca y acompañada de su novio, testigo de lo que sucedió a continuación: su jefe diciéndole que su hija, una trabajadora más, podía cambiar el horario a su antojo. Como no llegaron a un acuerdo, le dijo que al día siguiente ya ni fuera a trabajar, y que fuera a buscar el miércoles el finiquito. Se puso al habla con nosotros, y le dijimos que fuera acompañada de un testigo al día siguiente a trabajar como si nada, ya que no le habían dado carta de despido y podía ser una trampa. Efectivamente, era una trampa. Interpusimos demanda ante el Juzgado laboral (hoy de lo Social) por despido improcedente, basándonos en que el trabajador cumple el horario publicado en el tablón de anuncios de la empresa y que el único autorizado para cambiar el horario es el propio jefe y antes de que termine la jornada laboral, y no durante los periodos de descanso. En la actualidad, María disfruta de un merecido descanso, y de una buena indemnización por despido, a la vez que busca un trabajo mejor con la tranquilidad de tener unos meses de subsidio de desempleo. Y todo por dejarse asesorar por un abogado en vez de creer a un jefe sin escrúpulos.