Crónica de un accidente de tráfico

noviembre 30, 2014

Esto que les voy a contar me sucedió hace justo 20 años cuando estudiaba la carrera y quizá les pueda salvar la vida si les pasa algo parecido. Tenía aproximadamente 21 años y mi abuela nos dejó a mis amigos y a mi la llave de su casa de Asturias para ir a ver un partido de fútbol del Deportivo contra el Oviedo. Imagínense la situación: 4 amigos ilusionados a punto de pasar un fin de semana de fiesta. Eran las siete y media y uno de nosotros se quedó dormido. Primer problema: íbamos mal de tiempo y el inexperto conductor se empezó a poner nervioso. Aún nos esperaban 400 kilómetros de carretera antigua y niebla. Igual que el tiempo que hizo hoy, domingo. Mi amigo empezó a correr, a pesar de que los otros tres le decíamos que no había prisa. Llegamos a la única recta que había en 1994 entre Galicia y Asturias: la de Baamonde (Lugo), de casi 20 kilómetros de longitud, el mismo sitio donde años después unos locos colgaron un video a 240 km/h a bordo de un ferrari. 
El utilitario en el que viajábamos no tenía ni abs ni esp ni airbags o habitáculo indeformable. Por eso, cuando estábamos en medio del adelantamiento, a 130km/h y con niebla, y cuando surgió el coche de frente, mi amigo comenzó a perder el control del vehículo al frenar bruscamente y volver al carril derecho. Cuando empezaba a enderezar el rumbo, apareció aquel señor mayor en vespino circulando por el arcén, aunque fue un visto y no visto: el golpe sordo, el cuerpo surgiendo de repente y pasando raudo por el parabrisas, el último volantazo hacia la cuneta justo antes de impactar contra él, el coche que vuelca de lado, la hierba y el barro pasando a toda velocidad por mi ventanilla...mi mente observa todo como a cámara lenta, como en un sueño: el coche que sigue de lado, al tiempo que solo se escuchan golpes y susurros del metal contra el suelo, en contraste con el silencio de los cuatro ocupantes del habitáculo. Y entonces, el vehículo paró la marcha y suavemente se tambaleó, volcando del todo. Y fue entonces cuando la cara me cambió de color al ver como el techo se había hundido casi medio metro, simplemente con el peso del utilitario, quedando a centímetros de mi cabeza. Si llegamos a caer a la cuneta unos metros antes o después, o en un punto sin barro yo no estaría escribiendo estas líneas. Ahora viene los consejos que le pueden salvar la vida si tuviera la mala suerte de tener un accidente de tráfico, los cuales aprendí en carne propia y no por ser abogado: soltarme el cinturón de seguridad boca abajo sin apoyar la mano en el techo, con 20 años, puede ser un chichón. Con más o en otra situación, podría haber sido lesión medular. Una vez golpeé con el techo, el conductor comenzó a chillar pensando que había matado a una persona, intentando dar patadas a su ventanilla. Con una inusual calma le dije: "déjame a mi" y simplemente giré la manilla de la ventanilla y salí como un rayo a intentar a socorrer al atropellado. Lo dejamos quieto, lo tapamos con mantas y corrimos a llamar a la ambulancia, demostrando que en el peor momento posible, toda la calma del mundo es necesaria, sobre todo en un accidente de tráfico. La calma que me permitió ver que en un coche apagado, solo se puede salir por una ventanilla con manivela, o rompiendo una de elevalunas eléctrico, pero es mucho más complicada de romper de lo que parecen. La calma es lo único que garantiza hacer lo correcto y salvar la vida y la de los que le rodean. Con eso y con un poco de suerte.

 

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